Me apetecía crear una entrada para hablar sobre los hábitos porque quisiera poner acento en lo mucho que creo que éstos impactan en nuestras vidas, ya sea de forma positiva o negativa. Todos y cada uno de nosotros los tenemos, sin excepción, y algunos de ellos están profundamente arraigados en el inconsciente incluso desde nuestra niñez (ello explicaría por qué aún sigo mordiéndome las uñas y crujiéndome los dedos en mi adultez, hábitos que, si me preguntas, considero odiosos!).

Obviamente, lo que más se interpone en la consecución de nuestros objetivos son lo que podríamos denominar malos hábitos. Reflexionando sobre mi vida puedo recordar perfectamente épocas en las que tuve poca disciplina, en las que me dejé llevar por estas entidades indeseables cuyo único fin no es otro que el de conseguir una recompensa inmediata/a corto plazo. Por otro lado, aunque queramos erradicar los malos hábitos no es conveniente enredarse en una lucha con ellos, ni sentirnos culpables o juzgarnos por tenerlos; más bien se trata de aprender a cultivar hábitos que se alineen mejor con nuestros objetivos, lo que denominaré buenos hábitos.
Como bien reza el dicho, somos animales de costumbres, y aunque no lo queramos pensamos y actuamos indefectiblemente en base a los hábitos adquiridos a lo largo de nuestra vida. No olvidemos que la forma en que actuamos es la que finalmente decide los resultados que obtenemos en todas las áreas de vida (salud, finanzas, relaciones, etc.), de modo que no es difícil suponer la importancia que tiene el hecho de cultivar hábitos más saludables y beneficiosos para nosotros.
Ahora bien, cómo podemos hacer ésto?
Primero indaguemos en cómo se instauran los hábitos en nuestra grabadora (usaré este término para referirme cariñosamente a nuestro inconsciente).
Los hábitos no dejan de ser acciones que repetimos sostenidamente ante la presencia de una emoción, y toda emoción surge como producto de un pensamiento en nuestra mente. Así pues, en el caso de mordernos las uñas por ejemplo, la emoción asociada a dicha acción viene a ser generalmente un estado de nerviosismo o inquietud, y ello a su vez proviene de un pensamiento respecto a un tema que seguramente nos preocupa o altera.
De forma gráfica, el proceso queda como sigue:
Es difícil percatarnos de lo anterior, puesto que ocurre de forma prácticamente simultánea y automatizada, pero sabiéndolo ahora que lees estas líneas, te será más fácil darte cuenta de que un pensamiento correcto puede llevarte a la acción correcta, puesto que constituye el primer paso de la cadena. Como quizás ya habrás escuchado, el tiempo que tarda el cerebro en asumir un nuevo hábito puede oscilar entre 21 y 66 días, las investigaciones no se acaban de poner de acuerdo en esto porque aquí entra en juego un factor denominado neuroplasticidad (en otras palabras, la capacidad que tiene el cerebro para crear nuevas conexiones neuronales), que varía según la edad y otros factores propios del individuo.
Es posible que en ocasiones te cueste pensar positivamente, especialmente en ciertos momentos de tu vida o ambientes donde los agentes externos sean tan poderosos que te arrastren hacia pensamientos y emociones negativas, sin ser tú del todo consciente de ello.
Especialmente para esos casos, yo recomiendo que hagas uso de la técnica de la meditación, de la que hablaré más extensivamente en el próximo capítulo (Introducción a la meditación). Lo que conseguimos con ella es frenar el pensamiento obsesivo y/o negativo que se interpone en nuestro camino hacia el bienestar y que no hace sino crear resistencia y sufrimiento innecesarios.
Una vez empecemos a emprender las acciones necesarias para crear hábitos más saludables y lo hagamos con constancia y disciplina, estaremos más cerca de alcanzar nuestros objetivos en cualquier área de nuestra vida que deseemos mejorar.
¿Y tú? ¿Tienes algún hábito que te gustaría erradicar o que deseas potenciar? Cuéntamelo en la sección de comentarios :).