En reiteradas ocasiones se nos ha hecho saber que nuestro cuerpo es agua en un 70%, y aproximadamente también lo es nuestro planeta Tierra. No hace falta por lo tanto poner en entredicho la gran presencia que dicho elemento tiene en nuestras vidas y la importancia que deberíamos conferirle. Sin agua no hay vida.
¿Pero, más allá de que seamos conscientes de la importancia que tiene el agua, nos hemos parado a observar detenidamente su comportamiento? Si me lo preguntas, a mí me parece fascinante y creo que bajo él subyace una gran inteligencia.
Tan sólo hay que ver lo que ocurre cuando estamos en la playa o en el río y decidimos combatir el aburrimiento haciendo chocar nuestras extremidades contra la superficie apacible del agua. El agua, acto seguido, no hace otra cosa que salir despedida en la dirección que hayamos escogido para reunirse nuevamente consigo misma en su naturalidad tranquila, ocupando su espacio ordenadamente como si nada hubiera pasado algunos instantes antes.
El agua puede tomar la forma que queramos, puede adaptarse al recipiente que escojamos, no parece existir complicación alguna en este fenómeno. No parece existir discusión por su parte, ni algún signo de resistencia ante las situaciones a las que pueda verse sometida. Eso sí, permanece siempre en su totalidad, incorrompible e inseparable, su naturaleza es la unidad cualesquiera que sean las circunstancias.
¿Somos capaces de hacer como hace el agua ante las turbulencias a las que nos somete la vida de vez en cuando? ¿Somos capaces de volver a la calma tras un momento de bullicioso movimiento? ¿O, por el contrario, nos dejamos afectar por los vaivenes del día a día, perdiendo nuestro estado natural de tranquilidad?
Te invito a que seas más como el agua cada vez, a disfrutar de los cambios positivos que dicha actitud puede traerte a tu vida y, por si fuera poco, a ser más feliz en el camino.
Y también te invito, seas o no como el agua en estos momentos, a dejarme un comentario al respecto :).