El sabor amargo de las comparaciones

Autumn trees against the sky

Últimamente he estado reflexionando acerca de la tendencia que tiene el ser humano a compararse con todo aquello que le rodea, algo que tal vez a ti te suene familiar y quizás te haya sucedido en algún momento de tu vida. Sin duda tiene que ser algo inherente a nuestra condición, puesto que resulta absurdo imaginarse a un árbol sintiendo envidia de otro árbol por el hecho de ser más alto que él o tener un tronco más robusto (casi me da risa imaginármelo).

El caso es que nos comparamos en muchas ocasiones y además lo hacemos casi de manera inconsciente, a veces sin una malícia aparente, pareciendo que la comparación consista en un simple ejercicio de apreciación y/o catalogación de lo que nos rodea. Existen casos en los que podemos darnos cuenta de la evidencia de este hecho, por ejemplo cuando un pensamiento cruza por nuestra mente y declara orgullosamente: ‘mi coche es más lujoso que el tuyo’ o ‘yo soy más inteligente que él’, y tantas otras múltiples variaciones. ¿Te suena ésto?

La comparación en si misma no es que sea incorrecta o correcta, no es algo que tan siquiera me interese valorar en este post, más bien quiero invitarte a explorar juntos lo que se esconde detrás de este fenómeno si es que en algún momento has sentido que te trae más quebraderos de cabeza que otra cosa. Si nos paramos a observar detenidamente, veremos que tras la comparación se esconde muchas veces un deseo por alimentar nuestro ego.
Existe una imperiosa necesidad de dar fuerza a nuestro sentido de identidad y es a través de la comparación que podemos lograrlo; lamentablemente, muchas veces las comparaciones nos dejan un sabor amargo puesto que nos dejan en mal lugar, haciendo disminuir nuestro sentimiento de valía personal (a partir de ahora a este tipo de comparaciones las llamaré negativas). 

Las comparaciones positivas tampoco son mucho mejores, aunque a simple vista puedan parecerlo. Una comparación positiva puede fortalecer tu ego y en cierto modo hacerte sentir mejor, pero ten por seguro que en algún instante futuro surgirá una nueva comparación que lo debilitará, pues siempre existirá (desde tu percepción) alguien que sea mejor que tú en algo.

Tras leer lo anterior quizás estés empezando a darte cuenta de que el juego de las comparaciones consiste precisamente en ésto, un juego de percepciones mentales que tiene como último objetivo prolongar tu sensación de separación respecto a lo que te rodea (bien engrandeciéndote o victimizándote según sea el caso); en últimas se trata, sin duda alguna, de un juego en el que el individuo saldrá ineludiblemente perdedor.

Para evitar caer en el juego de las comparaciones basta con dejar de compararnos, pero para ello es necesario observar muy bien cómo opera nuestra mente.

Te propongo una serie de ideas que puedes poner en práctica para dejar atrás el arraigado hábito de compararte:

  • Observa tu tendencia a compararte.- Toma consciencia de tu tendencia a compararte y los momentos y facetas de tu vida en los que lo haces. Cuando eres consciente de algo, tienes el poder para cambiarlo; de lo contrario, estás viviendo en piloto automático. Es posible que en este ejercicio descubras que te estás comparando para enmascarar una carencia personal, o un asunto pendiente por resolver. En ese caso, tendrás la oportunidad de sanarlo y si lo haces te darás cuenta de que ya te sientes mejor.
  • Asume la responsabilidad por tus pensamientos.- Cuando detectes que te estás comparando, dirige tu atención hacia tu vida y tus circunstancias actuales. Eres el protagonista de tu vida y debes asumir la responsabilidad por la misma, puesto que nadie más puede hacerlo, al igual que tú no puedes asumir la responsabilidad por la vida de otros. Asumir la responsabilidad por tu vida implica asumirla también por tus pensamientos; puedes perfectamente detectar aquellos que no contribuyen a tu bienestar y cambiarlos por otros más constructivos que te hagan sentir mejor.
  • Canaliza tu energía de una forma más óptima.- Puede ser muy doloroso tener que estar siempre concediendo a lo que te rodea el derecho de definir quien eres y lo que vales como individuo, no es algo que merezca que desperdicies tu energía en absoluto; invierte mejor esa energía en ti y en el propósito de mejorar cada día desde tu propia experiencia, haciendo revisión de tus debilidades y fortalezas en el camino.
  • Utiliza las referencias externas como ejemplo a seguir.- Debemos distinguir el tipo de comparaciones de las que aquí te hablo con aquellas en las cuales detectamos algo en alguien que quisiéramos imitar y nos impulsa y motiva a autosuperarnos; éste sería un tipo sano de comparación, quizás sería más acertado denominarlo referencia. (No obstante, deberemos vigilar que al usar algo o alguien como referencia para nuestro propio desarrollo no crucemos el límite a partir del cual entreguemos nuestro sentido de identidad a la referencia escogida).

¿Y tú? ¿Eres una persona que tiende a compararse con los demás? Me gustaría conocer tu experiencia, de modo que te invito a contármela en los comentarios :).

¡Hasta el próximo post!

10 comentarios sobre “El sabor amargo de las comparaciones

  1. Que lindo encontrar post tan reflexivos como este, compararse lo considera que es una mezcla de baja estima. También existe las comparaciones positivas pero muy rara vez nos detenemos en esas comparaciones. Al final todo radica en aceptarnos y aceptarnos. Querernos tal como somos.
    Saludos. 🙂🙂

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    1. Tienes razón seguimos, la clave está en la aceptación total de nosotros mismos para así no buscar afuera aquello que nos haga sentir que somos valiosos, pues en realidad somos completos por el mero hecho de existir.

      Muchas gracias por tu comentario.

      Un abrazo,
      Mar

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  2. Hola Mar,

    Estoy de acuerdo con Alexandra que, quienes a veces sufrimos del hábito de la comparación, tendemos a hacerlo de forma negativa. Supongo que esto conlleva muchas cosas que, gracias a tu post, han salido a la luz. Creo que es bueno, como dices, reflexionar acerca de qué nos lleva a compararnos, para averiguar antes que nada qué nos sucede y después, poder trabajarlo. Estoy dispuesta a seguir trabajando sobre ello, porque sé que para cambiar mi vida y vivirla como quiero, necesito cambiar ciertos hábitos y, sobre todo, y como bien dices, hay que responsabilizarse. Los cambios que no hagamos por nosotros mismos, están abocados al fracaso. Además, en mi caso, decidí hace mucho tiempo que quería vivir mi vida y no la que los demás pensaban que debía vivir.

    Gracias por invitarnos a la reflexión. Un saludo enorme.

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    1. ¡Hola Conchi!

      Me encanta que digas que quieres seguir trabajando en ti misma, creo que es la mejor forma en la que uno puede invertir su tiempo y energía, en tratar de superarse cada día y mejorar como persona. La responsabilidad que conlleva este hecho es algo maravilloso, porque al asumirla tenemos el control total de nuestra actitud y por ende de nuestra vida, y es entonces cuando podemos (si realmente queremos y nos lo proponemos de verdad) conseguir todo aquello que nos propongamos.

      Muchas gracias por tu comentario.

      Un abrazo,
      Mar

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  3. Hola Mar,

    Yo trato de poner en foco siempre en mí e intento «compararme» con la Ana de hace una semana, dos meses o tres año. Esto me permite ver mi evolución. Y entiendo que compararme con otras personas no es realista, porque no vivimos con las mismas condiciones. En cualquier caso, llevar esto a la práctica no siempre es fácil, aún así está es la forma en la que suelo hacerlo.

    Un abrazo,

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    1. ¡Hola Ana!

      Creo que haces muy bien en centrarte en ti y en tu evolución, y que razón tienes en lo de que no es realista compararse con otras personas, es algo que no he comentado en el post directamente pero que es muy cierto.

      Nuestras circunstancias, la manera en la que nos han educado, las experiencias vitales que hemos atravesado y un largo etcétera pueden distar mucho de las de otra persona.

      Muchas gracias por tu aportación.

      Un abrazo,
      Mar

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  4. ¡Hola, Mar!

    Felicidades por el texto. Yo también he estado apunto de reírme con la comparación de altura entre árboles 🙂

    Estoy de acuerdo con lo que dices, tendemos a compararnos y a competir con otra gente, cuando no hay ni necesidad ni beneficio en ello. De hecho, creo que sólo debemos procurar ser mejores que la persona que fuimos ayer.

    Por otra parte, pienso que si nos centramos en valorar a los demás por lo que son y hacen, en lugar de gastar nuestra energía comparándonos con ellos, generaremos más felicidad propia y ajena.

    Tomo nota de las ideas que has comentado por si en algún momento caigo en el acto.

    Muchas gracias 🙂
    Manuel

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    1. ¡Hola Manuel!

      Es muy bueno lo que dices, valorar lo que otras personas hacen es de lo más saludable que podemos hacer, en lugar de tratar de competir con ellos. La energía bien canalizada es mucho más beneficiosa para uno mismo y para los demás.

      Muchas gracias por tu aportación.

      Un abrazo,
      Mar

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  5. ¡Hola Mar!

    Gran tema el que tratas en este post. Si hay algo que destaco de las comparaciones es el tiempo que nos hacen perder, así que me han venido genial las ideas que nos propones para evitarlas y crecer con su análisis.

    Un abrazo

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    1. ¡Hola Amaya!

      No puedo estar más de acuerdo contigo, perdemos demasiado tiempo comparándonos con los demás y ese tiempo bien podríamos emplearlo en mejorar como personas y concretar nuestras metas. De hecho, ya no sólo es tiempo lo que se pierde en el proceso de compararnos, sino también (y sobretodo) energía, lo cual acaba por agotarnos y hacernos sentir frustrados (de ahí que haya querido hacer mención de la importancia que tiene canalizar la energía adecuadamente, para poder disponer de ella en pos de nuestro bienestar).

      Muchas gracias por tu comentario.

      Un abrazo,
      Mar

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